
Voz de él:
Desde aquel entonces
yo quería asomarme
a la profundidad de tus ojos.
Y mirar de donde nacen tus múltiples matices
tus sentimientos, tu ternura, tu amor.
Voz de ella:
¿Querías conocerme?
Bien sabes que yo misma alígero mi paso para ir a tu encuentro:
Yo que me muero de sueños imposibles y mi despertar es incierto.
Voz de él:
¿Cuándo iluminarás mi corazón?
Descansa mi niña, esperaré, aún en la más sinuosa desesperación
que tu rostro se ilumine de certidumbre
Pues busca mi alma en tus ojos, simplemente sueños, lluvias y cielos.
Más allá de la invisible vislumbre buscan mis ojos el canto de tu alma
Voz al unísono:
Somos dos que se hablan
sin palparse, sin oírse, sin mirarse,
sin ilusiones. Que se aman
sin tiempos, sin fronteras, sin distancias
En la alegría y la búsqueda profundamente
profunda de sus escogidos corazones.
Voz de ella:
Tengo en mi alma el incesante palpitar
de la galopante agonía del siglo
El íntimo deseo de verte cara a cara
y aún tú no llegas.
Voz de él:
Inmensamente lejos, extrañándote
agonizo de soledad y amargura. Cae, cae el siglo.
Férrea es la distancia que nos separa
Y aún no te veo.
Voz de ella:
Pero, volverás a verme amigo.
Volveremos a encontramos y me verás
en la lucidez de este presente.
Duerme, duérmete mi niño que la brisa suave de mis ojos ya te acaricia.
Voz final:
Tal vez en un suave y tardío suspiro nuestros ojos,
(Aquí en este mundo tuyo de ardoroso coraje),
traslucirán nuestras imágenes fundidas en el gozo futuro de poseernos.
En la más dulce, detallada y transparente plenitud,
en el puro, límpido y reservado crisol
de nuestro definitivo despertar al amor.
Managua, febrero -99